jueves, 22 de diciembre de 2011

Historias de metro

Entraron juntos en el metro. Él con una sonrisa en la cara, ella con gesto cansad. Iban cogidos de la mano solo se soltaron para pasar por el torno y en seguida volvieron a juntarse.
Llegan a las escaleras mecánicas, son la parte favorita de él. La abraza tiernamente mientras le susurra al oído cuanto la quiere. Ella simplemente sonríe y se deja querer.
Cuando llegaron al andén descubrieron que aun faltaba mucho para que llegara el tren. El se alegro internamente piensa. Sin embargo en el tiempo en el que él piensa esto, ella se escapa de su abrazo y comienzo a andar por el andén, casi como si jugara, como si siguiera siendo una niña. El no puede dejar de preguntarse que la hace tan adorable. De vez en cuando ella le mira y le sonríe con total inocencia. Finalmente él se decide a ir por ella, no puede aguantarse las ganas de besarla. Pero ella siempre parece un paso por delante, no consigue alcanzarla por mucho que lo intenta.
Por fin llega el tren, por una vez hay asientos de sobra, por lo que pueden sentarse donde más les gusta, en la parte de atrás del tren. Al principio se sientan acurrucados, pero pronto ella se cansa y comienzan a hablar de las típicas chorradas "¿Qué haces mañana? ¿Qué tal tu amigo tal? Me han dicho que esa peli está muy bien, ¿por que no la vemos el próximo finde?" Pero pronto se les acaban todos los temas. Los ojos ella empiezan a vagar ausentes por el resto de personas del vagón, mientras él se pregunta donde habrá ido ella, o si estará pensando en él donde quiera que este. Trata de buscarla, de traerla de donde sea que este, pero nada funciona. Prueba con las caricias, prueba a chincharla, prueba con los besos y con todo su arsenal de frases. Nada funciona, finalmente, cuando se rinde ella le mira y le dice:"creo que deberíamos dejarlo, ¿qué te parece?" A él le parece que es una mierda. No entiende ¿Para eso se había esforzado tanto? Tanto tiempo dedicado para acabar así.... Es una mierda, y lo sabe, pero se la traga porque no le queda más remedio.
Ella se bajó en la siguiente parada. El no puede evitar pegar una ventana mientras observa como poco a poco se aleja. El tren se pone en marcha mientras el se pregunta ¿Y ahora qué?

lunes, 5 de diciembre de 2011

Castillos en la arena

Hace tiempo los científicos descubrieron una verdad tan sencilla como aterradora: idealizar es mucho más fácil que enfrentarse a la realidad.
Sé que parece una chorrada, algo que todos sabemos, pero, ¿es realmente así? Cuando idealizas todo debe salir perfecto, al fin y al cabo estas idealizando. Todo lo malo no existe, el mundo es perfecto, tu vida es perfecta, si algo falló es porque estaba destinado a fallar, porque no se podía hacer nada para que funcionara. Idealizando podemos permitirnos el lujo de no invertir en nuestras vidas, como ya he dicho, todo acabará encajando, porque debe encajar, porque es algo ideal y debe ser así. Todo debe salir bien, porque en un mundo ideal nada puede salir mal.
Parece algo estupendo, ¿verdad? Así es como caemos en la trampa, y empezamos a idealizar. Idealizamos toda nuestra realidad, pensamos como deberían ser todo, como deberían ser nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras relaciones; idealizamos todo lo que vemos. Construimos nuestro propio y único castillo de ideales, como si de granos de arena se tratara juntamos todos y los ponemos juntos en un gran castillo de arena. Pero aun no estamos contentos, por lo que seguimos añadiéndole torres, salones, patios de armas, habitaciones, dormitorios, jardines... Hasta que al final creemos que el castillo es nuestra realidad, nos concentramos tanto en él que acabamos viviendo en él. Olvidamos que una vez hubo un mundo distinto fuera de sus murallas, porque ese mundo, es cruel, no es ideal, no es perfecto.
Vivimos en nuestro castillo de arena, creyendo que está hecho de solida piedra. Nuestras idealizaciones se convierten en nuestra realidad. Se convierten en nuestra nuestro único punto de referencia, si algo no es como nosotros lo hemos idealizado lo ignoramos, pasamos de largo, porque no es perfecto y si no lo es, no debe existir. Olvidamos que el castillo no es real, porque todo es más fácil ahí. Justifica todos nuestros fracasos, aún mejor, le echa la culpa al mundo, en vez de a nosotros.
Pero no es verdad, si fallamos, seguramente es porque no nos esforzamos lo suficiente. Si fracasamos no encajará de ninguna forma, nada de lo que hagamos o dejemos de hacer tendrá más sentido en un futuro que nunca llega. Lo único que esconde el futuro, es el remordimiento, el remordimiento por no haberlo intentado, por haber creído que todo saldría bien sin esforzarnos, por no haberlo intentado todo, por no habernos dejado la piel en ser felices cuando pudimos. El futuro solo esconde el remordimiento por toda la felicidad que pudimos tener y no tuvimos por no esforzarnos.

"...Que mi almohada está llena de cuando no estabas,
de canciones que nunca cantabas,
de todo, de nada, de besos de esos que nunca me dabas..."